Momentos estelares de la fotografía en el siglo XX en Madrid

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Momentos estelares de la fotografía en el siglo XX en el Circulo de Bellas Artes de Madrid

Arte Cultura y Entretenimiento  | Redacción/ Escrito por Javier Martínez | Visit [a] Autogiro Facebook

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Momentos estelares de la fotografía en el siglo XX | Toque para ver catalogo

En el Circulo de Bellas Artes de Madrid se está presentando hasta noviembre de este año (2007) una exhibición de fotografía que lleva por título «Momentos estelares de la fotografía en el siglo XX«

Es una muestra bastante completa que incluye catálogos, revistas y libros además de las fotografías

«No aquel que ignore la escritura, sino la fotografía, el que será el analfabeto del futuro»

Walter Benjamin

esta cita de Walter Benjamin  acompaña la exhibición que presenta 300 fotografías de los más reconocidos artistas del lente del pasado siglo veinte y quien pone en perspectiva la importancia de este medio en la actualidad.

Datos de la muestra

  • Alfred Stieglitz, Man Ray, Otto Steinert, Capa, Warhol, García Alix, Newton, Salgado, Marina Abramovich son algunos de los artistas representados
  • curadores Hans-Michael Koetzle y Oliva María Rubio
  • Incluye un libro editado al español que incluye más de mil artistas de la luz.

M O M E N T O S E S T E L A R E S . L A F O T O G R A F Í A E N E L S I G L O X X

Si en el siglo XIX asistimos al nacimiento de la fotografía, un medio que ha tenido un papel fundamental en la conformación de nuestro imaginario visual y en nuestra memoria colectiva, en el siglo XX hemos asistido a su maduración y consagración como una de las bellas artes.


Nadie duda hoy de que la fotografía es uno de los medios de expresión más importantes del mundo en que vivimos. Filósofos, historiadores y ensayistas han escrito abundantemente sobre la fotografía. Su complejidad, la riqueza de opciones que ofrece, su papel histórico como guardián de la memoria y la importancia de la imagen en el mundo en que vivimos llevaron a Walter Benjamin, uno de los filósofos que antes reflexionó sobre el medio, a afirmar, en su Pequeña historia de la fotografía, publicada en 1931, que «no el que ignore la escritura, sino el que ignore la fotografía, será el analfabeto del futuro” *. Con ello, Benjamin apuntaba la creciente importancia de la imagen visual en nuestro tiempo y la constatación de que ésta tomaba la delantera a la palabra escrita. Es el siglo XX el que ha visto nacer la historia de la fotografía, una historia que aún está por concluir.

Desde su nacimiento, la fotografía, en contraposición con otras invenciones que pasaron inadvertidas, fue celebrada como un acontecimiento histórico. También, casi desde su nacimiento en 1839, la fotografía trajo consigo un debate filosófico que la ha acompañado a lo largo de su todavía corta historia y se ha recrudecido durante el siglo pasado: su necesidad de desembarazarse del signo bajo el que nació, es decir, de su condición de ser fiel a la realidad,
de ser un documento de esa realidad, para afirmar su carácter plenamente creativo y llegar a alcanzar un lugar en las bellas artes. Durante mucho tiempo, la fotografía fue considerada como un documento casi notarial de la realidad y, por lo tanto, la imagen se convirtió en sinónimo de verdad: una prueba fehaciente e incontestable. Este consenso social entra en crisis al hacerse progresivamente visible la subjetividad del fotógrafo. La fotografía empezó muy pronto a plantearse sus límites y consecuencias, sus relaciones con el arte, sus deberes sociales. La fotografía ha mostrado, sobre todo en el siglo XX, la convivencia de direcciones opuestas en un lenguaje cuya característica principal es su ambigüedad. Falso-verdadero, arte-documento, original-copia, real-ficticio son algunos ejemplos de las dicotomías que brotan de la fotografía, cuya maleabilidad la ha hecho sensible y permeable a todo tipo de mutaciones de orden social, artístico o simplemente físico-químico.


A lo largo del siglo XX las dos grandes corrientes, artística y documental, han caminado en paralelo. Dentro de la primera, aquella que aspira a asimilar la fotografía a las bellas artes, el pictorialismo fue el primer movimiento artístico constituido alrededor de la fotografía y marcó la historia del medio en el cambio del siglo XIX al XX, emulando el estilo de la pintura en boga. A partir de él, han visto la luz a lo largo del siglo XX numerosas corrientes o movi-


(*) Walter Benjamin cita a su vez a László Moholy-Nagy: “El ignorante en materia de fotografía, y no el iletrado, será el analfabeto del futuro” (“Die Photographie in der Reklame”, en Photographische Korrespondenz, Viena, XIII, 9, 1 de septiembre de 1927. Incluido en Pintura, Fotografía, Cine, Barcelona, Gustavo Gili, 2005). Benjamín había aludido también a esta cita de Moholy-Nagy en “Algo nuevo sobre las flores”, una reseña del libro de Kart Blossfeldt, Unformen der Kunst, 1928, publicada en el nº 47 de Die litterarische Welt el 23 de noviembre de 1928

mientos que han llevado a la fotografía por distintos derroteros, contribuyendo a su plena madurez. La aparición de la denominada Straight Photography (Fotografía directa) a comienzos del siglo XX, apoyada por fotógrafos influyentes como Alfred Stieglitz y Paul Strand y por el ensayo A Plea for Straight Photography (1904) de Sadakichi Hartmann, trata de desligar a la fotografía de la imitación de la pintura. La Straight Photography aboga por una fotografía pura, directa, que deje atrás la utilización de la glicerina, la goma bicromatada y las raspaduras y sobre todo que abandone la copia de las composiciones pictóricas. La instantánea The Steerage (1907), de Alfred Stieglitz, se propone como emblema de la dirección a seguir para que la fotografía acceda al estatus de arte moderno. El periodo de entreguerras fue especialmente fructífero y vio nacer movimientos como la Neue Sachlichkeit (Nueva objetividad), aparecido en Alemania a mediados de la década de 1920, con el que la fotografía se ve reconocida como práctica autónoma, liberada del modelo pictórico y en posesión de sus propias leyes técnicas, ópticas y formales. Coincide en el tiempo con la Nueva visión, propagada por Moholy-Nagy y la Bauhaus. Ambas participan de lo que se denomina la Nueva fotografía. Cuentan con grandes nombres como Karl Blossfeldt, Albert Renger-Patzsch, Alexander Rodchenko o Lázló Moholy-Nagy; el Surrealismo, con sus objets trouvés, sus rayogramas, las novelas-collage o los fotomontajes, supone una continua interrogación del medio en sí mismo. Man Ray, Paul Nougé y André Kertész son algunos de sus representantes. Gran importancia tuvieron autores como John Heartfield, Hannah Höch o Raoul Hausmann que, primero en el ámbito del dadaísmo, y después en las décadas de los años veinte y treinta, desplegaron una gran creatividad a través de sus fotomontajes, ligados muchos de ellos a una crítica social y política. Más tarde, y tras la quiebra que supuso en esa línea histórica la Segunda Guerra Mundial, vemos de nuevo aparecer corrientes como la de la Subjektive fotografie (Fotografía subjetiva), que de la mano de Otto Steinert subraya el carácter esencial de la fotografía: la personalidad creativa del fotógrafo. La fotografía fantástica, la fotografía escenificada, la fotografía conceptual o la performance son otras tantas vías que han jalonado en el pasado siglo la historia de la fotografía en ese camino hacia el pleno reconocimiento de un lenguaje que se ha mostrado como uno de los más complejos, ricos y variados.

Pero también a lo largo del siglo XX, paralelamente a esos movimientos o corrientes que aspiraban al reconocimiento de la fotografía como una de las bellas artes, se ha venido desarrollando otra corriente más apegada a las prácticas documentales de la fotografía, con proyectos que han jalonado nuestra historia y han dejado imágenes que se han convertido en iconos, en verdaderos símbolos de nuestro mundo. Recordemos La madre inmigrante de Dorothea Lange, tomada en 1936 para el proyecto de la Farm Security Administration auspiciado por Franklin D. Roosevelt dentro del programa New Deal, en plena Depresión americana; o las fotografías del ensayo fotográfico Un Pueblo español que hiciera W. Eugene Smith en la década de 1950 y que dieron la vuelta al mundo, pasando por una fotografía apegada a la calle y sus atracciones como las que hicieran Brassaï de la noche parisina en los años veinte o Weegee en las calles de Nueva York en las décadas de 1930 y 1940. La Street Photography (Fotografía de calle) supuso un gran relanzamiento de este tipo de trabajos en la década de 1950, y tuvo sus máximos representantes en Robert Frank, William Klein, Garry Winogrand, Lee Friedlander o Diane Arbus. Éstos adoptan un nuevo estilo documental que, en contraposición con el estilo humanista ensalzado por Edward Steichen con la exposición The Family of Man, que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en 1955, introduce una mirada desprovista de todo sentimentalismo y romanticismo y muestra un retrato ácido y sombrío de la realidad. Las últimas décadas del siglo XX han mostrado la gran capacidad de renovación de la fotografía documental, tanto en temas como en propuestas
estéticas: desde las cuestiones de género al territorio de lo íntimo, la crónica de los sentimientos, el documental conceptual…

Casi siempre de forma simultánea, pero especialmente en las últimas décadas, artistas y teóricos han reflexionado sobre la frágil relación entre el uso documental y el uso artístico de la fotografía, y han abordado una nueva manera de mirar la realidad desde puntos de vista políticos, literarios, epistemológicos, filosóficos o simplemente estéticos. El resultado de dichas
reflexiones ha generado obras que se retroalimentan de ambos conceptos, pero también ha abierto un abismo entre quienes defienden un uso purista de la fotografía y los partidarios de intervenir-manipular la imagen. Numerosos autores han tratado de poner en cuestión la supuesta veracidad de la fotografía, su capacidad para reproducir fielmente la realidad, incidiendo en la capacidad de la fotografía documental para mentir, de ser portadora de una realidad subjetiva, parcial, reduccionista. El nuevo escenario en el que las imágenes prescinden voluntariamente del estatus de veracidad se ha ido haciendo cada vez más patente en el ámbito fotográfico. La realidad es abordada como un elemento susceptible de manipulación, un punto de partida para ilustrar las emociones o las fantasías, para crear otra realidad. Muchos autores contemporáneos han centrado su discurso precisamente en el propio lenguaje fotográfico y su capacidad de mentir. Desde Christian Boltanski en los setenta a Jeff Wall, Cindy Sherman o el español Joan Fontcuberta en los ochenta y noventa, por sólo citar tres ejemplos de los más reconocidos, utilizaron la fotografía para recrear falsos documentales o identidades ficticias,
para plantear la distancia que separa la realidad de su imagen, para advertir al espectador de que nada es lo que parece.


Y es precisamente en los últimos años, cuando la fotografía ha logrado desembarazarse de su imperativo de ser fiel reflejo de la realidad, cuando las fronteras entre realidad y ficción y entre los distintos géneros fotográficos son cada vez más permeables, superándose la dicotomía entre fotografía artística y documental. Es ahora cuando la fotografía está alcanzando su plena madurez.


La exposición –que surge a raíz de la edición en español y publicación del libro Diccionario de fotógrafos del siglo XX, de Hans-Michael Koetzle–, aborda ambas grandes corrientes subrayando la gran riqueza temática, conceptual y experimental que este medio de creación conlleva. Y lo hace a través de los nombres más relevantes de la fotografía del siglo XX, así como de una importante documentación en relación con la fotografía publicada: catálogos, revistas, libros, etc. En todo caso, no se trata de una historia de la fotografía sino de un
recorrido por momentos y autores que han contribuido y siguen contribuyendo a su desarrollo y pleno reconocimiento como lenguaje creativo. El recorrido no sigue una línea estrictamente cronológica, ya que a lo largo del siglo XX vemos cómo determinadas corrientes se dilatan en el tiempo, cómo hay continuidades y discontinuidades, lo que hace que se puedan crear múltiples historias

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