Luis Abraham Ortiz | Carteles
Se presenta en la sala de exhibiciones de la Escuela de Artes plásticas y diseño la obra en cartel de Luis Abraham Ortiz
Arte Cultura y Entretenimiento |Redacción/ Escrito por Javier Martínez | Visit [a] Autogiro Facebook
El artista Luis Abraham Ortiz inaugura su exposición CARTELES 1970 – 2013 en la Galería Lorenzo Homar, Escuela de Artes Plásticas y Diseño este jueves 11 de octubre a las 6:00 pm. Reune más de 40 años de producción gráfica desde sus inicios en la Oficina de Actividades Culturales, Universidad de Puerto Rico hasta aquellos realizados en su taller particular.
Luis Abraham Ortiz estudió en la EAPD. Posteriormente trabajo en la Oficina de Actividades Culturales y la Division de Educación Continua, UPR. Fue profesor en la Escuela de Artes Plásticas y Diseño por casi tres décadas de la que se retiró hace apenas un año. Además fue director del Departamento de Artes Gráficas de esta instituciòn universitaria en varias ocasiones. Fue el impresor y amigo del maestro Lorenzo Homar.
En sus carteles podemos observar su dominio de la letra, el color y la forma. Teresa Tio, en su texto Todo letra, todo forma, todo imagen para el catálogo de esta exhibición afirma que
“No es lo mismo el corte que la mano hace, el diseño que recoge la casi imperceptible imperfección de lo perfecto, saber cómo hacer, cómo trazar la línea, seleccionar el color, dar la forma, todo eso para buscar y alcanzar la expresión artística… De eso trata esta exposición de carteles de Luis Abraham Ortiz Rivera…”
Mas adelante se informará la fecha del recorrido que ofrecerá el artista por la exposición. La exhibición estará abierta hasta el 14 noviembre.
LUIS ABRAHAM ORTIZ | TODO LETRA, TODO FORMA, TODO IMAGEN
Teresa Tió Fernández | agosto, 2018
No es lo mismo el corte que la mano hace, el diseño que recoge la casi imperceptible imperfección de lo perfecto, saber cómo hacer, cómo trazar la línea, seleccionar el color, dar la forma, todo eso para buscar y alcanzar la expresión artística… De eso trata esta exposición de carteles de Luis Abraham Ortiz Rivera en la Galería del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. Son carteles que han tomado forma luego de una detenida y exhaustiva búsqueda.
Luis Abraham Ortiz se inició en el diseño de carteles al concluir sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas (EAP) en 1970. Entonces, por insistencia de Lorenzo Homar, colega en la práctica de la gimnasia, deporte que provocó una amistad que se transformó en una relación de maestro y aprendiz; y de maestro a asistente y colaborador, se dio el encuentro de Ortiz con el cartel. Fue entonces cuando Elías López Sobá le ofrece trabajo como diseñador gráfico en la Oficina de Actividades Culturales de la Universidad de Puerto Rico. Dudó poder realizar ese trabajo, pero Homar le estimula y convence de asumirlo dándole la seguridad de que podía contar con su apoyo y dirección. Fue así como Luis Abraham se inició como diseñador de carteles.
El cartelismo de Luis Abraham Ortiz nace de la escuela de su maestro, Lorenzo Homar. Desde la primera lección con su mentor, se observa la atención a la pulcritud en la impresión serigráfica. Por bueno que fuera un diseño, si la impresión no era limpia, los registros exactos y el color según seleccionado, había que volver a empezar. En esa fusión de letra e imagen que en suma forma un cartel, la letra es la soberana. Cada tipo, tamaño y ubicación debía recibir la mayor atención porque, además de informar debía ofrecer otra lectura: la de ambientar en un contexto adecuado el tema que habría de abordar el cartel. Y para eso era imprescindible estudiar, investigar, buscar las referencias que permitieran crear una imagen cónsona con el asunto y ser también atrayente.
Una primera época relevante a nuestra historia cultural y universitaria es la dedicada a los carteles para Actividades Culturales. No solo se trata de imágenes de magnífica estética sino que ponen de manifiesto la extraordinaria cartelera cultural que se ofrecía a la comunidad universitaria y al público en general. Fue esa época cuando Elías López Sobá dirigió la Oficina de Actividades Culturales (de 1967 a 1975), una de las más brillantes del país en cuanto a la oferta cultural que abarcaba las artes escénicas: teatro, ballet, conciertos; de carácter popular y culto, de Europa, Asia, Estados Unidos, Latinoamérica y Puerto. Rico; que también auspiciaba exposiciones de arte. Esta es una historia que debemos contar pero en otro espacio.
Un cartel para Actividades Culturales cuyas letras asumen una expresividad fundamental al tema es Ravi Sahnkar (1970). Ellas nos remiten inmediatamente a la grafía de la India. A ella se
suma la cítara como objeto que se torna en sujeto en este cartel. Luis Abraham echa mano del atractivo instrumento en el que inserta la mayor información sobre el concierto. En el mástil de la cítara el día, hora, y precios: gratis a universitarios!!!, y $2.00 para el público en general. El nombre del artista vibra en rojo sobre verde y el apellido queda en la caja acústica que sirve igualmente para seguir el contorno curvo del instrumento con el lugar del concierto. La economía de elementos, la certera selección de éstos y su disposición orgánica hacen de esta imagen una perfecta.
De igual forma nos podemos referir a Semana John Cage (1982). La abstracción del tiempo, el movimiento sugerido en diagonales y líneas verticales en las que se insertan algunas letras del nombre del músico preludian la naturaleza experimental y poco ortodoxa de Cage. En este momento vemos un letrismo de formas y líneas limpias y básicas pero un poco como Cage al salirse de la estricta forma.
Clásica como la regla de oro es Cincuenta años de Actividades Culturales (1973). Ortiz diseña el monograma o logo de Actividades Culturales con un ejercicio de pura geometría y juego de colores. En contraste con esta reducción de la pura forma, se encuentra el texto ‘cincuenta años’ que se escribe con letra itálica cursiva. Añade para el nombre de la entidad la letra romana, sólida y formal. Recoge así la letra la diversidad de presentaciones escénicas auspiciadas por Actividades Culturales.
Y como la letra es el elemento gráfico más poderoso de su cartelismo e incluso de su gráfica, ella aparece para celebrar los sesenta años de Actividades Culturales con el monograma AC que había diseñado diez años antes, ahora repetido sesenta veces. Logra así un espacio que presenta seis franjas horizontales solo interrumpidas en la quinta donde aparece el texto. Pero además sugiere un espacio teatral en el que tiene presencia y actúa el texto. Gran economía de color al limitar a dos: rojo de fondo y negro, y el blanco del papel.
El tema impone color y letras en Joan Miró (1971), una exposición del pintor catalán, en el Museo de la Universidad. Miró podría ser el autor del cartel. De la sobria y perfecta caligrafía de otros carteles pasa Ortiz al letrismo informal de Miró. Adaptarse y hacerse voz del otro es un ejercicio que el cartelista practica con frecuencia. Así vemos como para Casa Rosa (1982), sede entonces del Colegio de Arquitectos de Puerto Rico, el protagonismo lo asume la estructura colonial destinada cuando se construye en 1812 como barraca de soldados. El vocabulario arquitectónico definitorio de la Casa Rosa y de las estructuras de San Juan recibe la mayor atención. Proporción, orden, regularidad son las claves de la edificación cuyas pilastras, arcos de medio punto, cornisas y remates se presentan como sujetos principales. Breve es el texto, solo ‘Casa Rosa, San Juan’ y en una discreta tarja en la galería tras los arcos el nombre del Colegio de Arquitectos, tallado en pizarra.
Siguiendo la tradición que nace desde los años cincuenta de los carteles con tema de santos, El arte de los santeros (1985), pone de manifiesto la fidelidad al modelo. Un joven santo con hábito azul, un libro en la mano derecha y el Niño en la izquierda, aparece sobre un sencillo pedestal blanco. Un azul turquesa de fondo ilumina el espacio y le da carácter festivo. Como
siempre, Ortiz hace un cartel de corte clásico, centralizados los elementos, claro en los textos, sin ambigüedad.
Más sugestivo es Festival Casals (2004), en el que el motivo del mástil del violoncelo lo traduce en formas curvas que circundan ágilmente la voluta que corona la cabeza del instrumento. Conoce muy bien Ortiz los carteles que Homar había producido para el Festival Casals años antes y que resultan ser emblemáticos de dicho festival. La identidad temática se da por doble partida: por un lado el motivo gráfico del instrumento y por otro, el título impreso con sobrias letras en blanco sobre fondo marrón. El mensaje es claro y sobrio que resulta en un espacio análogo al carácter del festival.
En el cartelismo de Luis Abraham Ortiz aparece un ámbito más subjetivo y de gran dificultad cuando el asunto a abordar está relacionado con aspectos científicos cuyos principios deben manifestarse gráficamente según el deseo de los contratantes. Así, 24th. ACS Junior Technical Meeting (1989) es un experimento de formaciones y deformaciones que se acomodan orgánicamente o se rompen. Para Luis Abraham es un imperativo que la imagen de un cartel no sea solo algo de carácter estético y en este caso, hace que el lenguaje abstracto para muchos, tenga una clara lectura para los iniciados.
La adaptabilidad al tema es evidente en 5to. Clásico de Pesca de Lobina Invitacional (1992). Para el artista, que además practica la pesca de agua dulce, el cartel reúne, por un lado, el logo de la organización que fue diseño de Ortiz y el texto curiosamente escrito con el hilo de pescar en cuyos extremos coloca anzuelos que son señuelos como el rapala (azul), el liru liru (rojo) y la pelúa, en el extremo derecho. Los textos y el logo del Utuado Fishing Club (¿porqué estos boricuas usan una lengua que no es la suya?) se imprimen sobre un verde profundo que nos sugiere las aguas del lago Caonillas en Utuado.
En 1993, y con motivo de una exposición de Lorenzo Homar en la Galería Palomas, ahora su colega, y en pleno dominio de los recursos aprendidos, Ortiz hace un homenaje a su maestro diseñando el cartel. Y es un homenaje porque Ortiz pone en evidencia la mayor virtud del Maestro, que fue serlo, sin secretos. No se guardaba nada. Eso nos dice Ortiz en este cartel y nos lo reitera en el diseño. La letra es la imagen, la imagen es la letra, lección homariana por excelencia que Ortiz hizo propia. Lo primero que salta a la vista es el abecedario, que para Homar era ‘la computadora más antigua’. Se desplaza el abecedario en cinco franjas horizontales sobre un espacio negro, que son interrumpidas para insertar frente a las letras C, P, S y X los medios que Homar expone: Carteles, Pinturas, Serigrafías y Xilografías. El nombre Lorenzo Homar se dispone en la zona inferior con la caligrafía propia de Homar y sus extraordinarios textos. La presencia del maestro está en las letras, la disposición espacial, y también en un abecedario que Ortiz inserta a manera de una aguada de letras. Es un abecedario que Homar diseñó para el cartel de la exposición en la Universidad de Connecticut Lettering, Postrs, Prints (1985) y que Ortiz incorpora como recurso para reiterar sus posibilidades expresivas y estéticas.
Es evidente que para Luis Abraham Ortiz, Homar sigue siendo referencia obligada. Partiendo de esa experiencia formativa, Ortiz ha alcanzado la maestría en la creación de textos donde la palabra asume una protagónica presencia, lección temprano aprendida e incorporada a su obra tanto en el cartel como en el grabado.
La inmediata difusión de imágenes provocada por la presencia de los medios masivos de comunicación ha dado al traste con las formas de comunicación visual que nacieron con la revolución industrial a mediados del siglo 18. El periódico, las revistas y el cartel son algunas de las víctimas que mantienen una presencia cada vez más reducida. Hoy, hablar del cartel puede sugerir una mirada nostálgica al pasado. Puede que el futuro del cartel como forma de arte y como forma de comunicación esté en vías de desaparición. Así como los libros iluminados -esos maravillosos manuscritos medievales- quedaron en la historia del arte como obras testigo de una época, desplazados por la invención de la imprenta, puede que con el cartel ocurra algo similar. No obstante persisten las imágenes potentes que suman imagen y palabra con un lenguaje cartelístico. Quizás no se impriman y se peguen en paredes y vitrinas, pero para sustituir esos espacios están las redes sociales, que a veces nos enredan, pero que tienen un poder de difusión inimaginable.
Lo que falta es que las instituciones, sean culturales, educativas, políticas o sociales, así como los comercios, el gobierno, y aquellos que sientan la necesidad de decir algo relevante lo hagan tomando en cuenta la importancia y efectividad de la expresión artística que el cartel contiene y que esas imágenes se divulguen, no importa el medio empleado.
En este momento de crisis nacional, de imposiciones imperiales, de peligrosos silencios, de persecuciones amparadas por arbitrarias leyes, el cartel podría ser voz para esclarecer, acusar, defender, protestar y afirmar. ¡Casi nada! Ese ha sido su rol en otros momentos en Puerto Rico y en el mundo. Y de eso trata el cartel en su edición puertorriqueña. De que ese anuncio cumpla su función divulgadora, educativa, acusadora, contestataria, que sea fiel al asunto que proclama y que su diseñador, el artista que lo crea, sea voceador visual.
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Javier Martínez es artista multidisciplinario de Puerto Rico | Behance / Tumblr