La Muestra Nacional | 1ra parte | 2006

La Muestra Nacional que se presenta hasta febrero del 2007 en el Arsenal de la Marina en la Puntilla y en el Cuartel de Ballajá es una muestra variada pero de tono conservador.


Redacción/ Escrito por Javier Martínez /


Video de garitadeldiablo en youtube.
El coordinar exhibiciones de esta envergadura es complicado y arduo, y con el comentario del párrafo anterior, acerca del tono conservador en ninguna forma deseo que se entienda que menosprecio el esfuerzo para llevar este proyecto a la luz pública. Pero tengo que comentar que la calidad de las artes que componen esta muestra parece que están hablándole a un país que no se perfila como el nuestro.

Los pintores saben su oficio, pero se olvidan del contenido, salvo algunas excepciones parecería que todos son artistas modernos o que no se han atemperado al momento en que están viviendo. Algunos demuestran su técnica pero sin emoción y otros tan solo creen que por hacer un comentario sin la técnica, es suficiente. Y es que predomina mucho la informalidad como cualidad de lo contemporáneo y parece más de “vago contemporáneo”. La gama de esta expresiones van desde quererse parecerse a pintores españoles(catalán) como Tapies, alemanes como Sigmar Polke o a norteamericanos como Phillip Guston.

Para todas estas obras hay comentarios adicionales que entiendo reforzarán sus propuestas, siempre aclarando que obviamente es mi apreciación y que los artistas están invitados a refutar mis apreciaciones en la sección de comentarios debajo de esta crítica / reseña.

 Continuará…

Ensayo de Joel Weinstein (jurado), Publicado en el desplegable que documenta la exhibición.


La Patria, la teoría del Caos y la Muestra Nacional de arte
Por Joel Weinstein

Vivimos en una era en la cual muchos artistas aspiran a ser actores en un escenario global, y ¿quién puede culparlos? Curadores, coleccionistas y vendedores han convertido las ferias de arte y las bienales en rutilantes campos de pruebas para el talento nuevo y en templos para la santificación de los gustos artísticos, particularmente los propios. Lo tradicional y lo nativo aparenta ser rústico, anticuado, casi gastado en comparación con el bullicio fulgurante y costoso de la escena internacional. En este ambiente, los curadores establecen sus reputaciones, los coleccionistas — como Medicis del siglo XXI — reflexionan, bondadosa o maliciosamente, sobre su papel en construir o destruir carreras; mientras que los artistas se convierten más en celebridades trotamundos que en ciudadanos diligentes de una cultura nacional.
Parece lejano el tiempo cuando los artistas desempeñaron un rol significativo en la manera en que la sociedad se imaginaba a sí misma como una nación. Piense en los vívidos paisajes y las naturalezas muertas de Francisco Oller o en las imágenes de cañaverales, barcos de cangrejeros, y cafetales, productos de los días de gloria de los talleres de grabado en Puerto Rico a mediados del siglo XIX. De la misma manera, parecería que ahora echamos una mirada cariñosa hacia el pasado, al tiempo en que los museos eran los custodios de los tesoros nacionales y los críticos locales se creían los cronistas de los temblores, tanto ligeros como tectónicos, del mundo que les rodeaba, en proximidad a los artistas sobre los cuales escribían.

Somos testigos de un momento de nivelación y comercialización en el mundo del arte, que es tan sólo el capítulo más reciente de la tendencia de varias décadas a alejarse del significado y la relevancia histórica del arte. Las gigantescas ferias de arte en Miami, Los Ángeles, Madrid y Basel son poco más que bazares glorificados. Recientemente, aquí en Puerto Rico tuvimos tanto la buena como la mala fortuna de lanzar nuestra propia feria de arte internacional, CIRCA 2006. La feria fue buena en términos de que fue organizada por personas inteligentes y bien intencionadas, que piensan en el arte. Sin embargo, debemos preguntarnos qué significa para el mundo del arte puertorriqueño el que sus puertas se hayan abierto de par en par a esta lucha libre del mercado internacional.

Estas puertas abren en ambas direcciones, y ¿cómo puede esto no ser bueno? De hecho, a corto plazo podría significar muy poco para nuestro escenario que apenas comienza a prosperar. O quizás sería mejor decir que el escenario se encuentra atravesando por uno de sus periódicos arranques de valentía. Sea como sea, los jóvenes artistas puertorriqueños parecen estar cautivados por la aventura del aquí y el ahora: curiosos, ávidos y compensando a su manera el abandono institucional de la Isla con espacios alternativos de exhibición y puntos de reunión y espectáculos improvisados o espontáneos.

Sin embargo, ¿qué sentido hace una muestra nacional en esta atmósfera de frenética comercialización? Puerto Rico es una pequeña nación antillana con ricas y orgullosas tradiciones artísticas en todos los niveles — desde los santos de madera de talladores como Domingo Orta, hasta el perdurable modernismo de Luis Hernández Cruz y las instalaciones extravagantes y elegíacas de Pepón Osorio—pero en un mundo de marcas
ampliamente reconocidas y fáciles de tragar, ¿cuán importante es el lugar de origen de un artista?

Además, incluso en esta isla tan pequeña y tan distante de los centros urbanos donde las tendencias surgen y se descartan tan frecuentemente como calzado urbano, ¿cuán probable es que los artistas puertorriqueños estén produciendo una obra muy diferente a la que hacen los artistas en Bangkok, Quito, Estocolmo o Istambul? Después de todo, viven casi tantos puertorriqueños en Nueva York y Nueva Jersey como los que residen en la Isla, y el palique borinqueño está sazonado con expresiones comunes sobre el tráfico aéreo hacia y desde, peregrinos que regresan y que han sido sobre educados y engullidos con costumbres continentales, y así sucesivamente. Entre estos clichés, hay algo de verdad:
a través de la historia de Puerto Rico, los artistas han salido del país por largos períodos de tiempo y luego regresan para hacer importantes contribuciones allegado cultural de la isla. Esto y los legendarios efectos de los medios de comunicación y el Internet seguramente han contaminado, más allá de toda distinción, aquello que una vez fuera considerado como puertorriqueño.

Sin embargo, hay alusiones intrigantes en esta edición de la Muestra Nacional de que esa vena del arte existe, tan evocador o muscular o conocedor, tan lastimero e informativo como cualquier otra cosa en el ruedo global, pero que parece haber sido peculiarmente empapado en la luz tropical de la Isla y tocado por sus ritmos de percusión.

Lo cierto es que la Muestra Nacional de Arte presenta una gama amplia de arte. Hay un total de 127 artistas en su decimosegunda edición, considerablemente menos que en años pasados, pero aun así, ¿qué tipo de exhibición podría ser?

La Muestra Nacional fue creada a finales de la década del setenta por el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) con el propósito de tomar el pulso de la escena del arte contemporáneo de toda la Isla. Se esperaba que un pequeño y selecto grupo de individuos de diferentes rincones del mundo del arte, trabajando con el equipo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, pudieran mirar a su alrededor y montar una exhibición que mostrara los diversos medios y tendencias que prevalecían en el Puerto Rico de entonces. Quizás en 1977 la disposición de la escena de arte era mucho más clara y era posible reunir cientos de obras de arte, seleccionadas a través de un proceso ligeramente más metódico que la casualidad total, y el resultado no era un caos vertiginoso. ¡Han pasado esos días!

Desde el primer día, el proceso de selección ha sido una variación de diferentes versiones de un solo tema. Este año el Comité de Selección estuvo compuesto por Carmelo Fontánez, artista, pintor y grabador; la Dra. Mercedes Trelles, profesora de historia del arte que ha curado exhibiciones y ha escrito extensamente sobre arte contemporáneo; Y yo, Joel Weinstein, escritor de arte y editor de Rotund Word, una revista en línea sobre las artes en Puerto Rico. Elaine Delgado, directora del Programa de Artes Plásticas del Instituto de Cultura Puertorriqueña, también formó parte del Comité de Selección.

Nuestra responsabilidad principal fue hacer una lista de los artistas que serían invitados a participar en la Muestra Nacional de Arte, compuesta sobre todo de aquellos creadores reconocidos, con carreras activas, además de una serie de artistas menos conocidos que considerábamos debían ser incluidos. También tuvimos a nuestro cargo la evaluación y selección de las propuestas enviadas por los artistas que respondieron a la convocatoria de la Muestra Nacional.

Desde un principio acordamos, primero, que en años anteriores las exhibiciones de la Muestra Nacional de Arte tenían la reputación de ser poco manejables y demasiado inclusivas, particularmente la exhibición que tuvo lugar en el 2003 que contenía más de trescientas obras. Quisimos curar la Muestra Nacional de Arte lo más posible y nos comprometimos a que la excelencia artística, no sólo la reputación y trayectoria de un artista, fuera un factor crucial a la hora de decidir que obras incluiríamos en la exhibición. Estábamos determinados a hablar con los reacios y persuadir a los recalcitrantes. Si no nos gustaba una obra, pedíamos otra. En segundo lugar, estábamos de acuerdo en que artistas jóvenes y en cierto modo desconocidos desempeñaban un rol importante en la escena contemporánea, y esperábamos que esto se reflejara en la exhibición.

El proceso se dio inesperadamente bien, y la exhibición cuenta con muchas obras hermosas, serias, inquietantes, asombrosas, cómicas, o de otras maneras satisfactorias. Sin duda, hubo obras que pasamos por alto o dejamos fuera. Usted no encontrará santos de madera en la Muestra Nacional porque las artesanías y las artes populares no forman parte del ámbito de la exhibición. Hay obras que se parecen o se acercan al arte popular, como la divertida representación que hace Stanley Col1 de una procesión religiosa en un pueblo pequeño, El Vía Crucis, con sus típicamente incongruentes clientes de barra, motociclistas, y un peatón con un ‘boombox” al hombro. Probablemente no hay bastante obra de este tipo.

La exhibición tampoco refleja lo suficiente la actualidad del vídeo. No obstante, la exhibición que sirve como preludio a la Muestra Nacional, Rewind. . . Rewind… Video arte puertorriqueño — presentada desde octubre de 2005 hasta el verano de 2006—fue una vasta muestra de vídeo en tres partes, curada por Elvis Fuentes. En la Muestra Nacional incluimos unos pocos más vídeo-artistas, como Adál Maldonado, Jorge “Rito” Cordero y Javier Cambre. Además, el vídeo forma parte de las instalaciones de varios artistas.

Si hubiéramos estado realmente atentos, probablemente debíamos haber buscado artistas del graffiti como Dex y Rubén Luciano. Pero el mejor graffiti se ha hecho de manera ilícita, en la penumbra, acompañado por un DJ y por individuos que se encuentran en un lugar en el que no deben estar. Aún así, la influencia del graffiti está presente en la exhibición. Un número de artistas “certificados por el mundo del arte” que exponen en la Muestra, tales como Pedro Vélez y Nemyr Canals, tienen una deuda obvia con el graffiti.

A fin de cuentas nos gustaría felicitarnos los unos a los otros de todo corazón y compartir un gran habano por nuestros esfuerzos, pero es poco probable que la Muestra Nacional de Arte 2005-2006 sea significativamente más clara, o más enfocada, ni nada que se le parezca. Ésta, por su naturaleza, no es una exhibición con una gran idea, como lo son, por ejemplo Conceptualismo global: puntos de origen, 1950s – 1980s, o Utopías invertidas: arte vanguardista en Latinoamérica, o ni siquiera posee una idea pequeña y crasa como “Diana: Una celebracion” o King tut-el extravagante exito de taquilla de largas filas”

La Muestra Nacional de Arte está sujeta a tanto capricho, aversión y recelos abiertos que lo que sorprende es que ocurra a pesar de todo esto. Cada comité de selección tiene sus propias ideas sobre como proceder y sus prejuicios con respecto a quien debe ser incluido. Algunos artistas ven la exhibición como una buena oportunidad para extender su obra y experimentar, otros creen que es la más segura de las exhibiciones y que merece su trabajo más conservador. Hay unos que consideran la exposición como un escaparate que muestra el mejor arte que la Isla puede que ofrecer y actúan de acuerdo a esto, y aquellos que la consideran aburrida y una pérdida de tiempo, apenas se toman la molestia hacer una cosita para la exhibición.

Podría ser un momento malo o estéril en el mundo del arte en la Isla, aunque ése no fue el caso este año. Por supuesto, el factor que en mayor medida mitiga contra una exhibición nacional coherente es la condición del arte a nivel mundial. En este momento, el caos está en todas partes.

Cualquiera que sean sus deficiencias, la Muestra Nacional de Arte tiene muchos aspectos valiosos. Usted apreciará cierto reflejo, no importa cuán vago o distorsionado, de lo que hay en las imaginaciones más o menos fértiles de los artistas puertorriqueños, tanto de la Isla como del exterior. Usted nuevamente tendrá la oportunidad de debatir acerca de cuán útil puede ser la distinción entre artistas nativos versus emigrados, esta generación y la otra, el objeto o el concepto, pintura versus vídeo, la Muestra Nacional de Arte o no. ¿Es este momento más significativamente histórico que el del 2001? ¿Acaso los ochentas superaron el resto del siglo XX hasta el presente? Usted puede, si es un poco cruel en lo más profundo de su corazón, fijarse en el ocaso de tal o cual artista de década en década, o sentir satisfacción u ofenderse por los relativos logros o fracasos de sus amigos, como quiera que desee medir tales cosas. Si usted cree en la Muestra Nacional de Arte se alegrará por quienes vea allí, se entristecerá por los ausentes, y se sentirá enormemente orgulloso de todo el asunto.

 Esto nos trae de vuelta a nuestra interrogante acerca del valor de una exhibición de arte basada en el orgullo de un lugar particular en un mundo donde las costumbres locales están siendo tragadas por el “Estado del Entretenimiento” y toda la más valerosa historia del mundo ha sido olvidada. La Muestra Nacional es precisamente la respuesta.

1 Este texto es un extracto del ensayo La Patria, la Teoría del Caos y la Muestra Nacional de Arte, escrito por Joel Weinstein para el catálogo de la Muestra Nacional de Arte 2005-2006.


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Javier Martínez es artista multidisciplinario de Puerto Rico

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